Hace casi tres años, poníamos los pies en suelo brasileño después de una travesía épica a bordo del “Fetse”. Hoy estamos en New York, al otro borde del continente y hemos decidido Yazmín y yo, de regresar en avión. Me había prohibido esta opción en parte porque es el medio de transporte más costoso para el ambiente pero también y sobretodo porque la idea de concluir este viaje de la misma forma que empezó siempre ha sido más romántica.
Sin embargo, el cansancio está presente y las ganas de regresar también. Europa nos espera y con ella la urgencia que nos toca a todos, la urgencia del cambio, la urgencia de una (r)evolución. Para nosotros, esta urgencia toma forma de un deseo de vivir en comunidad en la naturaleza, vivir de nuestras propias cosechas, vivir lo más armónicamente posible con nuestro entorno y sus habitantes. Al final, este sueño es mucho más importante que la travesía en velero.
Así pues, finalmente regresamos para reencontrar a Rafael, Nieves, Alma Lucía y todos aquellos que quieran lanzarse en esta nueva aventura: la construcción de una comunidad vegana y armónica basada en el compartir y en el amor.
Este regreso en avión nos confirma que vivir sin dinero es una utopía hoy en día, sin embargo es una bella utopía y como todas las utopías nos sirve para motivarnos a seguir avanzando y mostrarnos el camino que debemos seguir. Sabemos que solo depende de nosotros el unirse para edificar las bases de un sistema que se sostendría en una economía de don. Todo está ahí, la abundancia todavía está presente, solo se necesita compartir en lugar de vender, ofrecer en lugar de poseer.
Así este regreso es una nueva invitación a todos los que comparten este sueño de cerca o de lejos, a todos lo que quieren implicarse en este proyecto de una forma u otra. ¡Reunámonos, conectémonos!
De paso, un gran agradecimiento a América (el continente) y a todos sus habitantes, gracias a todos. A través de nuestros viajes, barriendo las rutas inmensas de norte a sur, hemos encontrado una fuerza única, un impulso cambiante que nos inspira para avanzar, a continuar con la (r)evolución, a vivir más intensamente todavía compartiendo todo lo que la tierra nos ofrece.
“La tierra no se vende” dice los revolucionarios de este continente y tienen razón, queremos creer en esas palabras sagradas y continuar soñando con un mundo libre sin fronteras, sin desigualdades sociales, un mundo donde las riquezas se comparten como las sonrisas.
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