jueves, 1 de diciembre de 2011

De nuevo en la ruta...

"Dia de los muertos", la celebración más impresionante de todas, demostración de valor y fuerza de aceptación. Mike y yo estamos sentados sobre el muro que entierra el cementerio contemplando un mar de luces bailando, cientos de velas que adornan las tumbas.
La tradición se conserva aún, las familias del pueblo se desplazan lentamente entre las piedras sepulcrales decoradas con flores y granos. Se dirigen hacia sus difuntos para acordarles un poco de su tiempo, concederles un poco de sus vidas.

Nosotros mismos enterramos un capítulo de nuestas vidas, estamos listos para volver a la ruta.

Del otro lado del muro la feria está en su apogeo, un hombre grita con su micrófono para vender algunos tapetes profanando sin querer el silencio de las velas sobre los altares. Miles de personas se congregraron hoy para consumir y perpetuar la tradición atascándose de antojitos, dulces, hot dogs...




Mañana nos vamos. No sabemos exactamente porqué, nos vamos para entender, para entender el mundo, nosotros mismos, redescubrirnos, dejar nuestra zona de confort y descubir el norte de México.

La sensación de regreso a la ruta es indescriptible, es como andar en bicileta, nunca se olivida. Esta vez somos tres. Michael, mitad inglés, mitad italianao, ciudadano del mundo que ha viajado por México y Guatemala durante un año. Nos conocimos en Cancún en diciembre pasado, dos jóvenes con sed de aventura y que buscábamos a empujar cada vez más nuestros límites....Nos habíamos prometido que haríamos un viaje juntos.

Marissa, originaria de Chihuahua, México, es cienasta. Ella quería escaparse del DF para redescubrir su país y experimentar la vida sin dinero.
Partimos el 4 de noviembre desde la ciudad de México, felices de decir adiós a nuestas comodidades y lanzarnos a la aventura. Marissa y Mike se adaptan de maravilla, dos acmompañantes de lujo. Desde el primer día, no cesan los encuentros interesantes y llegamos hasta Ocampo sin haberlo decidido. El destino nos llevó ahí. Estamos a dos pasos del santuario de las mariposas Monarca. Una mujer nos ofrece su casa en costrucción para que durmamos calientitos y en la mañana negociamos un intercambio con el responsable del santuario. Podemos ver las mariposas a cambio de un trabajo de traducción.

Después de una hora de caminanta, descubrimos la magia de las Monarca, el sol está aún bajo y todas las mariposas están pegadas a los ábroles hasta que los primeros rayos del sol calienten sus alitas y es entonces cuando el extraordinario espectáculo empieza... parece que los árboles se transforman bajo el efecto del sol, revistiéndose de una falda anaranjada. Las mariposas se dejan caer, algunas acaban en nuestros cuerpos estupefactos o en el suelo, otras ya se elevan y empiezan su danza cotidiana, revoloteándose en un caos harmonizado.

Las mariposas Monarca cargan nuestros corazones de energía, viajaron miles de kilómetros para venir a morir aquí dejando sus almas en este santuario. Nos vamos ese mismo día hacia Morelia, una ciudad colonial capital del estado de Michoacán. La ciudad es espléndida con mucha cultura y una arquitectura colonial muy bien conservada. Tenemos un amigo, Andrés, que nos recibe en su casa. Aprovechamos para descansar dos noches reciclando furtas, verduras en el mercado y pan. Morelia está agitada por el fervor político, la campaña que precede las elecciones en 2012 termina este fin de semana. Vemos desfilar los partisanos del PRI, el partido revolucionario que gobernó durante 70 años antes de dejar su lugar al PAN, el patido liberal. Miguel Angel, uno de los conductores que nos llevó de ride nos explica la situación muy claramente.

Antes del PAN la situación era mala...pero ahora es peor por los narcos y la situación económica. Es verdad que el PRI robaba pero al menos dejaba robar a los otros. El PAN se queda con todo para él solo.

Después de haber descansado, volvemos a la ruta en dirección a Pátzcuaro, Michoacán es uno de los estados más peligrosos por culpa de los narcos, nos damos cuenta muy rápido. Nosotros no tememos nada como turistas, pero podemos ver el miedo en la mirada de los automovilistas, esperamos todo el día para poder alfin llegar hasta la ciudad que se encuentra a solo 60 km de Morelia. La guerra contras los narcos alimenta este miedo, por lo tanto todos nos dicen lo mismo. La mayporía de los carteles no se mete con la población, la "familia michoacana" por ejemplo, se comporta como un Robin Hood construyendo escuelas y parece cuidar de su pueblo.

Al final esta guerra no es más que una lucha de poder. Aunque por supuesto que el peligro está presente y hay que tener cuidado. Los zetas establecidos en el norte no son tan respetuosos y organizan muchos secuestros.

Las michoacanos son muy amables y generosos. Hacemos nuestro discurso y logramos reciclar sin problema y a veces hasta nos invitan. Mike y Marissa adoptaron perfectamente nuesta cantaleta: "somos tres jóvenes de Francia, Italia y México, viajamos de una manera muy particular, sin usar dinero. Buscamos a empujar nuestros límites y vivir de manera más ecológica cosumiendo lo menos posible y estando más encontacto con la gente local. En el camino reciclamos frutas, verduras, pan o tortillas que la gente ya no quiere comprar para poder alimentarnos."

Después de Pátzcuaro, una linda ciudad al borde de un lago, continuamos hacia la playa, a pesar del miedo, lorgamos llegar a la puesta del sol para dormir en la arena caliente de la costa pacífica. Bordeamos enseguida la costa hasta Maruata, un paraíso poco conocido por los turistas donde dormimos en un campo de tortugueros. Al amancer, nos dejan soltar las tortugas que acaban de nacer. Protegen los huevos porque la población los vende y se los come. Mientras que el sol se eleva, disfrutamos este instante mágico...y cruel a al vez. 400 adorables criaturitas que se deslizan por la arena para dejarse tragar por las olas de una violencia increíble.

Seguimos por la costa para llegar a Puerto Vallarta y Bucerías, una aglomeración un poco loca, muy turística, llena de gringos...reciclamos en los restaurante y nos vamos sin tardar hacia Guadalajara.

La capital de Jalisco e la segunda ciudad de México en términos de población, una ciudad enorme donde encontramos refugio en casa de la hermana de Marissa. Es una ciudad interesante y agradable. Visitamos el centro y conocemos algunos jóvenes que decidieron ocupar el zócalo. Solo hay 3 tiendas pero perecen motivados para convencer a los demás de unise a ellos. Descubrimos con felicidad que las heladerías "la michoacana" seguido tienen paletas sin palo o aplastadas que podemos reciclar!!!Vamos a los mercados y descansamos bien antes de irnos a Guanajuato. Paulina, una mexicana activista de Mérida se une a nosotros para hacer un poco de ruta juntos.

Nos perdemos y terminamos en un pueblito que está en su último día de fiesta anual, tambores y trompetas toda la noche, dormimos en una casa en construcción después de haber disfrutado de una pizza generosamente ofrecida.

En la mañana regresamos a la ruta y con algunas dificultades llegamos a Guanajuato. Viajar sin dinero es aprender a caminar. Llegamos a la periferia de la ciudad y nos quedamos con la tía de Paulina.Queremos ir al centro y terminamos caminando 2 horas para poder llegar al centro de la ciudad de Guanajuato, un centro colonial muy bello, un laberito de callejones que se pierden en túneles. Enseguida nos vamos directo hacia el norte para Real de Catorze, una ciudad mística donde se pueden encontrar cactus halucinógenos en medio del desierto. Desafortunadamente llegamos durante una fiesta nacional...el lugar está lleno de turistas y decidimos alejarnos un poco hacia otro pueblo en Estación Catorze, por ahí pasa uno de los enormes trenes que atraviesan el norte de América. Muchos latinos tratan de tomarlo para llegar a Estados Unidso. Dormimos en el desierto bajo un cielo estrellado maravilloso y vamos en búsqueda del famoso peyote al amanecer...sin éxito. El desierto es magnífico bajo los colores del amanecer y no nos arrepentimos de nada.

El viaje a cuatro no fue complicado, los mexicanos son muy generesos y si no tienen nada que reciclar, siempre hay alguien que nos regala fruta, pan y algunas tortillas, la base de nuestra alimentación. Acampamos y a aveces nos invitan los bomberos que siempre están encantados de recibir viajeros.Paulina y Marissa deciden regresar a las ciudad de México, ansiosas por reencontrar sus comodidades pero encantadas de haber participado en esta experiencia. Mike y yo continuamos hacia la costa oeste para subir hasta Tijuana.

Más fotos del viaje aqui: enlace

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