El desierto se exiende hasta perderse la vista...el sol está pesado. A lo lejos una locomotiva se acerca lentamente tirando como cien vagones. Hay poco tráfico, solo han pasado dos carros en la última hora. Ahora somos solo dos barbudos perdidos en el desierto. La situación es interesante pero en ese momento nos invade la duda. La belleza del auto stop se encuentra en esa duda, esa espera desesperada al borde de la ruta, esa esperanza de ver un carro pararse... La experiencia nos enseña a ser pacientes, porque en cualquier lugar y en cualquier situación, siempre alguien se para, es solo cuestión de tiempo. Y en ese momento, cuando escuchamos los frenos accionarse contra las llantas, ese momento se transforma en una celebración, un verdadero fruto de la espera, un momento puro de felicidad.
El viaje se complica un poco, somos dos barbudos en las rutas del norte de México. Esperamos muchos...pero logramos llegar hasta nuestro destino. Atravesamos el desierto de San Luis Potosí lento pero seguro después de haber esperado cerca de 5 horas en una estación de servicio hasta que un chavo se nos acercó para decirnos que no nos podía llevar pero que nos podía dar un porro. Ironicamente no fumammos. Nuestra respuesta le sorprende y parece darle confianza...acepta llevarnos hasta Zacatecas a 200 km de ahí. Nos deja en otra estación de servicio donde acampamos para volver a la ruta al otro día en dirección de Durango. Un camionero muy interesado en lo que hacemos nos regala cuatro gorditas veganas, son como crepas pequeñas pero con frijoles, ya con el estómago lleno empezampamos nuestra odisea. Son solo 300 km pero nos enteramos que son las carreteras más peligrosas del país..nadie se para, damos miedo y nos toma todo el día para llegar a Durango. Nos quedamos con Pedro, un chicano, mexicano nacido en Estados Unidos que se instaló en esa ciudad poco conocida pero agradable. Nos vamos al otro día con prisa de pasar al otro lado.
Otra vez, las personas nos tienen miedo y el único carro que se para es un antiguo narco, comandante de una rama del cartel de Sinaloa que nos lleva entre las montañas hacia Mazatlán. Es muy buena onda y nos platica su historia, sus deberes y su toma de consciencia. Su vida de narco era un verdadero suicidio y le agradece a dios que pudo salirse y puede consagrarse a su familia. COnfirma que los carteles del sur no atacan a los civiles y que no tenemos nada que temer como turistas. Nos deja en la entrada del "espinazo del diablo", una cadenas de montañas que nos separa de las costa del resto del país... 200 km de rutas sinuosas... Esperamos casi 6 horas en un pueblito...hay tráfico pero nadie quiere pararse. Estamos completamente desesperados cuando una camioneta se para al atardecer.
Recomensa de nuestra larga espera, nos acomodamos en la parte trasera del pick up y disfrutamos de un espectáculo único. Las montañas son espléndidas, es un paisaje indescriptible que vemos bajo la luz rojiza del atardecer...estamos extasiados saliendo de la montaña rápidamente mientras que las estrellas iluminan el cielo. Los jóvenes que van manejando son muy agradables y van hasta Mazatlán. Nos dejan en la zona hotelera.
Caminamos dos horas para encontrar un cyber y los couchsufers para terminar en la playa. La ciudad es inmensa y poco acogedora pero la gente es gentil, humilde y servicial. La noche siguiente reciclamos comida, dormimos con los bomberos y podemos alfin descansar. Yazmín, una mexicana de Puebla se une a la aventura para subir hasta California con nosotros. Somos tres de nuevo y esperamos tener más suerte pidiendo ride! Caminamos y caminamos más al otro día hasta la salida de la ciudad para hacer dedo...llegamos hasta el peaje y hacemos uno de los mejores encuentros de este viaje: Osvaldo y Samuel, son dos chavos de 19 años que van hasta Hermosillo. Samuel es el chofer del camión y Osvaldo es su primo. El está huyendo porque acuchilló a un tipo que amenazaba a su familia de Guadalajara y ahora quieren matarlo. Su toma de consciencia es impresionante. Dejó la escuela a los 12 años pero parece haber aprendido mucho en el camino. Es muy creyente y busca su camino con fe. En la noche dormimos en una estación de servicio sin imaginarnos que a la una de la mañana una lluvia torrencial caería sobre nuestras tiendas. Guardamos rápido nuestras cosas y nos refugiamos en el piso frío de la estación para terminar la noche, a las 4 am nos vamos con nuestros dos amigos completamente exhaustos, sin embargo estamos contentos de recorrer esos 1000 kms en tan buena compañía.
Nos dejan en la capital del estado de Sonora, Hermosillo. Otra vez volvemos a las largas caminatas para encontrar la estación de bomberos...Mientras que deambulamos por esa ciudad "cuadriculada", un jóven se para en su carro y nos grita "A donde van Cabrones". Daniel es un viajero y arquitecto que vive con su padres, nos invita sin pensarlo a comer a su casa. SUs padres no se asustan al vernos llegar y nos acogen con los brazos abiertos ofreciéndonos dormir en su casa. Comemos como reyes y dormimos como bebés...al otro día, DAniel nos deja en un peaje. No podemos creer tanta generosidad sin que hayamos pedido nada. Una buena lección...dejarse llevar por el destino y vivir intensamente cada momento. Pasamos un retén de militares que controlan a todo mundo buscando armas y llegamos a Santa Ana. De nuevo estamos en la entrada del desierto de Sonora.
Un primer camión se para con dos chavos simpáticos pero completamente drogados que no pueden evitar hacer malas bromas mientras pasamos por un control de federales. Nos dejan en una caseta de peaje no muy lejos de ahí. La noche se acerca y pensamos ya en acostarnos cuando Marcos se para al volante de un camión enorme. Va hasta Tijuana.
Exhaustos y con la panza vacía...como de costumbre ahora. Nos encontramos en la periferia y está de noche...nos quedan 20 km antes de poder descansar...encontramos una casa abandonada donde nos instalamos... Unos chavos nos lanzan una bomba de aereosol con fuego que nos da un buen susto, pero al final dormimos sin problema y en la mañana un autobús nos da ride hasta el centro de la ciudad.
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