El barco se llamaba "Robin de Mers, era blanco y azul, como el cielo y sus nubes. Tenía tan sólo un mástil y poco espacio dentro pero al igual que en un coche, donde hay voluntad de ayudar, poco espacio es suficiente aunque Robin, nuestro capitán, medía casi dos metros!
La preparación como marineros era mínima, no nos importaba, ni nos detuvimos a pensar en ello, porque nuestros corazones saltaban de alegría y no había lugar para las preocupaciones. El mar parecía tranquilo. Los pasaportes fueron lo último que llegó con un poco retraso a bordo. Y listo, dejamos África atrás, salimos del puerto y empezamos a volar, nos sentimos libres como nunca, fluyendo con el mar y disfrutando cada momento. Pero muy rápido las olas se pusieron menos obedientes y más grandes y el barco empezó a moverse mucho. Los tres tuvimos que vomitar y nos quedamos paralizados situados en popa. Aguantábamos con cuidado la bolsa del vómito en
posición vertical porque Robin dijo que si se derramaba seria fatal para todos. Las olas pegaban al barco como alguien que quisiera despertar de profundos sueños pero en realidad apenas estuvimos durmiendo. El tiempo se paró en nuestras cabezas, los ruidos del autopiloto y del mar eran lo único que se escuchaba, los tres estábamos muy callados e intentábamos no movernos, estábamos muy de poder controlar la situación, sólo la confianza en nuestro capitán nos calmó. No se podía huir, no sabíamos cuán seria era la situación, ni sabíamos cómo están hechos los barcos, teníamos dudas de si todo eso era normal o si había tal vez un verdadero peligro. La situación era muy extrema y ninguno de nosotros esperaba algo así, pero en ese momento, en eses “ahora” no había otra que aceptar todo lo que viniera y dar confianza al mundo, al mar y a nuestro destino! Al final dormimos algunas horas. Las estrellas brillaban un poco desenfocadas a través de la pequeña ventana situada sobre nuestras cabezas; no podíamos salir a verlas a causa de nuestros estómagos que nos impedían movernos, no podíamos ni alcanzar las mochilas a nuestros pies! Por la mañana nos despertó la música de DJ Robin y el sol que nos sonrió como diciéndonos que aunque a veces la vida parece todo mal y obscuro, es solo una pregunta del tiempo hasta que todo está de nuevo iluminado de la luz que existe siempre, sólo que a veces no la podemos ver! Pasamos el día navegando con el timón en nuestras manos, el corazón y los pensamientos libres y las olas grandes que casi la mitad del tiempo no nos permitieron ver otra cosa que agua de color azul marino. Seguimos la ruta hacia las Islas Canarias y para navegar en la dirección justa, nos orientamos por las nubes y el compás. Sentíamos libertad pura, espacio infinito y una fuerte conexión con los elemento agua y aire. Vimos una tortuga y pájaros que volaban con pasión (la vida para volar, libres adonde quieran) tan cerca del mar que parecía que lo tocaban. Entendimos la atracción por el mar, la navegación en el mar y nos sentíamos rápidamente enamorados de esta forma de viajar, utilizando simplemente la fuerza del viento y el mar, sin emisiones de CO2. El segundo día ya casi no vomitamos y disfrutamos esa paz tan especial.Ya era tarde en la noche y las olas volvieron a golpear fuertemente el barco.
De repente se escuchó un ruido (“crack”) y el tornillo del autopiloto saltó. Nuestro capitán, muy tranquilo,
sacó cosas escondidas en lugares de su barca y es que todo tiene su lugar; había herramientas, tornillería y mucho más! buscamos una posible solución para el problema y concluimos hacer turnos para manejar la nave durante la noche no sin antes mentalizarnos para ello si no conseguíamos reparar el autopiloto. Al final conseguimos repararlo y pudimos dormir durante la noche mezclando en nuestros sueños, recuerdos maravillosos del mar de día con sus nubes y del mar de noche con el reflejo de las estrellas. Por la mañana ya no había olas grandes, podíamos ver Lanzarote y faltaban pocas horas para llegar a Fuerteventura.Y así llegamos con mucha energía y paz al puerto de Corralejo, pero no pusimos inmediatamente nuestros pies en tierra, por el contrario, nos quedamos en el barco para realmente hablar y disfrutarnos, porque las circunstancias no nos habían dejado mucho tiempo durante el trayecto y todos teníamos ganas de conocernos mejor y celebrar este viaje fantástico.
El proximo articulo del viaje:
#8 Las Islas Canarias - Fuerteventura
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